A los veintisiete años publicó su primera novela, La hojarasca,
en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su obra de
ficción, llena de desbordante fantasía. A partir de esta primera obra,
su narrativa entroncó con la tradición literaria hispanoamericana, al
tiempo que hallaba en algunos creadores estadounidenses, sobre todo en
William Faulkner, nuevas fórmulas expresivas.
Comprometido
con los movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez siguió de
cerca la insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959. Amigo
de Fidel Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa
Latina, la agencia de noticias de Cuba. Tras la publicación de dos
nuevos libros de ficción, en 1965 fue galardonado en su país con el
Premio Nacional.
Sólo dos años después, y al cabo de
no pocas vicisitudes con diversos editores, García Márquez logró que
una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y
una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo
XX, Cien años de soledad.
La obra, en la que
trabajó más de veinte años, recrea a través de la saga familiar de los
Buendía la peripecia histórica de Macondo, pueblo imaginario que es el
trasunto de su propio pueblo natal y al tiempo, de su país y su
continente. De perfecta estructura circular, el relato alza un mundo
propio, recreación mítica del mundo real de Latinoamérica que ha venido
en llamarse «realismo mágico», por el encuentro constante de elementos
realistas con apariciones y circunstancias fantasiosas. Esta fórmula
narrativa entronca con la tradición literaria latinoamericana, iniciada
con las crónicas de los conquistadores, plagadas también de leyendas y
elementos sobrenaturales originados por el profundo choque entre el
mundo conocido y la cultura de los españoles que emigraban y la
exuberante y extraña presencia del continente latinoamericano.

En 1972 Gabriel García Márquez
obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y pocos años
más tarde regresó a América Latina, para residir alternativamente en
Cartagena de Indias y Ciudad de México, debido sobre todo a la
inestabilidad política de su país.
Su prestigio literario, que en 1982 le valió el Premio Nobel de Literatura, le confirió autoridad para hacer oír su voz sobre la vida política y social colombiana. Su actividad como periodista queda reflejada en Textos costeños, de 1981, Entre cachacos, de 1983, compendios de artículos publicados en la prensa escrita, o Noticias para un secuestro, amplio reportaje novelado editado en 1996 que trata de la dramática peripecia de nueve periodistas secuestrados por orden del narcotraficante Pablo Escobar. Relato de un náufrago, reportaje sobre un caso real publicado en forma de novela en 1968, constituye un brillante ejemplo de «nuevo realismo» y refleja su capacidad para cambiar de registro.
Su prestigio literario, que en 1982 le valió el Premio Nobel de Literatura, le confirió autoridad para hacer oír su voz sobre la vida política y social colombiana. Su actividad como periodista queda reflejada en Textos costeños, de 1981, Entre cachacos, de 1983, compendios de artículos publicados en la prensa escrita, o Noticias para un secuestro, amplio reportaje novelado editado en 1996 que trata de la dramática peripecia de nueve periodistas secuestrados por orden del narcotraficante Pablo Escobar. Relato de un náufrago, reportaje sobre un caso real publicado en forma de novela en 1968, constituye un brillante ejemplo de «nuevo realismo» y refleja su capacidad para cambiar de registro.
En cine ha intervenido en la
redacción de numerosos guiones, a veces adaptaciones de sus propias
obras, y desde 1985 comparte, con el cineasta argentino Fernando Birri,
la dirección de la Escuela Internacional de Cine de La Habana.
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